1. Cercanías. El Escorial-Madrid

Lo que me fascinaba de las bicicletas era la dinamo. Generar luz tenía más magia que el milagroso equilibrio sobre dos ruedas, sin saber por qué. Sin saber nada de nada. ¡Y tan feliz! Recuerdo esto mientras un par de ciclistas, embutidos en lycra radiactiva, encajan sus máquinas en los sofisticados soportes, que para este fin, incorporan los vagones de los cercanías. Llega un tercero. Para éste no hay portabicicletas. Para él no supone ningún problema: la aparca apoyada en la pared del pasillo, justo en el tramo en que éste se estrecha por el protuberante habitáculo del WC… (CONTINUARÁ)