El día después

Han pasado pocas horas desde que lo hicieran los Reyes, unos pocos minutos desde que los abrieran sus destinatarios y la mayoría han muerto. Miles, tal vez millones, de vidas efímeras. No tuvieron apenas tiempo de jugar. El contenedor azul rebosa cartones que fueron sus vestidos. El amarillo, sus cuerpos. ¡Juguetes rotos! Dentro de unos años, unos muchos años, si esto dura, unos arsuagas descubrirán en sabediós qué dolinas unos restos que intentarán explicar una locura colectiva pretérita. La historia del sinsentido.

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