Ya que he regresado a Madrid para ver a un fotógrafo, no me marcho sin visitar a otro de los grandes, Alberto Schommer. Lo hago en su estudio de la calle Zurbano. Le he encargado un retrato para una campaña de publicidad. Su trabajo es perfecto. Ha utilizado su Hasselblad con un tele corto. El fondo es una gran lona muy castigada. Me cuenta que siempre que puede utiliza este recurso porque las rozaduras en el tejido producen una textura indefinida: "no es reconocible, cada vez produce un efecto distinto". Le recuerdo la anécdota de nuestro encuentro en la playa de La Concha, en San Sebastián: "Disculpe caballero, ¿podría hacernos una fotografía? Solo tiene que pulsar aquí..."
Una vez más no encuentro mi foto. Hago una foto de la foto de José Aymá que es la que más me gusta. Eso sí, le doy un toque: le doy una dimensión más al papel, como nos enseñó, en su momento, el maestro Schommer. Mis adarmes no te olvidan.