…Desde que se restableció la normalidad ya no hemos vuelto a oír, por la ventana del patio interior, aquella retahíla de improperios y atrocidades que desde hacía diez años se había convertido en la banda sonora habitual de nuestra vida.
–¡Miserables! ¡Canallas! ¡Delincuentes! ¡Hijos de puta! ¡Al infierno con vosotros!
Con esta cantarela empezaba nuestra vecina tóxica a regalarnos los oídos puntualmente a las siete de la mañana, y era también lo último que oíamos al irnos a dormir a medianoche…
…Ella, la vecina, se había presentado un día, resoplando y sudando –se trataba de una mujer bastante gruesa–, ante el portero de la finca. Vivía en el edificio contiguo, y colindaba con nosotros por la terraza y los tendederos. Aseguró que le tirábamos porquería a su ropa y se quejó de que nuestro hijo pequeño, entonces con tres años, la había llamado “alcahueta”. Exigía que nos excusáramos…
…A partir de aquel momento se lanzó con sorprendente energía a insultarnos día y noche. Se había obsesionado con nosotros. Primero se centraba monográficamente en mi mujer, luego amplió su atención a toda nuestra familia.
–¡Bastardos! ¡Apocalípticos! ¡Escrofulosos! ¡Pazguatos! ¡Fantoches!
Parecía el capitán Haddock, que en las aventuras de Tintín siempre está dispuesto a sorprender con una nueva imprecación…
…Los servicios sociales del Ayuntamiento, a los que nos remitimos en incontables ocasiones, acababan indefectiblemente lavándose las manos…
…Consultas, pesquisas, denuncias, desvelos…. Nada sirvió de nada…
–¿Sabe adónde fue?
…
Fragmento de Sergio VilaSanjuán. La Vanguardia 04/04/2020. Relatos de confinamiento.
Cryp. Sobre cuadro de Pere Santilari.