Dictado 110

No estaba especialmente predestinada a interesarme por los nazis. Los padres de mi padre no habían estado ni del lado de las víctimas, ni del lado de los verdugos. No se habían distinguido por actos de valentía, pero tampoco habían pecado por exceso de celo. Simplemente eran Mitläufer (deletreo: Eme mayúscula-i latina-te-ele-a con diéresis-u-efe-e-erre), personas «que siguen la corriente». Simplemente, en el sentido de que su actitud había sido la de la mayoría del pueblo alemán, una acumulación de pequeñas cegueras y de pequeñas cobardías que, sumadas unas a las otras, habían creado las condiciones necesarias para el desarrollo de los peores crímenes de Estado organizados que la humanidad haya conocido jamás. Después de la derrota y durante largos años, a mis abuelos les faltó perspectiva, como a la mayoría de los alemanes, para darse cuenta de que, sin la participación de los Mitläufer, incluso aunque hubiera sido ínfima a escala individual, Hitler no habría estado en condiciones de cometer crímenes de aquella magnitud.

Fragmento de Los amnésicos. Historia de una familia europea. Obra de Géraldine Schwarz editada por Tusquets.