Julián Rodríguez llevaba un tiempo escribiendo unas notas que iba volcando con regularidad en una red social, un poco a la manera de un diario, como quien atrapa unas cuantas circunstancias de un día cualquiera: para volver a disfrutarlas. La última, que volcó el jueves al final de la tarde, recoge un paseo con su perra Zama, como hacía siempre, por la serranía de Segovia (donde tenía una casa) y habla del calor, de un frutero que le vende melones de Villaconejos, de un coche que se ha salido de la carretera y del conductor rumano de la grúa que acude a resolver el incidente; luego llega a casa, escucha música clásica, calienta un poco de pisto. Julián Rodríguez Marcos murió hoy por la mañana, tenía 50 años.
Este texto, publicado el 28 de junio de 2019 en EL PAÍS, esconde un obituario tras una prosa sencilla y sin vicios estilísticos, es decir: sin ser un obituario al uso. Lo firma José Andrés Rojo.
Una fotografía de Bernardo Pérez acompañaba el texto Esto es lo que queda de ella más un poquito de esquela que, curiosamente, coincidía en la misma página.