Si uno mira de cerca los retratos que he producido a lo largo de mi vida, y son muchos, uno se da cuenta de que casi todos son retratos de frente, los retratos de perfil son muy minoritarios. Es decir, que la parte izquierda del rostro está exactamente calcada a la parte derecha. Doblo la hoja transparente y calco una de las partes del dibujo. Desde siempre hago retratos jamás irregulares. Es un ejercicio que se produce cada vez que nace un niño en mi entorno, y nacen muchos. Según el nombre elegido por sus padres, hago un retrato del santo correspondiente. Extraña práctica para un ateo, el hecho de dibujar un retrato de un santo para que le dé suerte al recién nacido. Quiero reconocer que mis contradicciones son múltiples no por la sana costumbre de mentir, sino porque no las puedo evitar.
Este fragmento pertenece al artículo Autorretrato del artista contradictorio, escrito por Eduardo Arroyo y publicado en Babelia el 17/02/2018, con motivo de el estand de El País en Arco 2018.
Eduardo Arroyo. Ramoneur, 1986. Hierro y acero.