Mi tía, Mary Beton, debo decirlo, murió de una caída de caballo cuando iba a tomar el aire en Bombay. La noticia de mi herencia me llegó una noche casi al mismo tiempo que pasaba la ley concediendo el voto a las mujeres. Una carta de abogado cayó al buzón y al abrirla supe que tendría quinientas libras al año para toda mi vida. De los dos –el voto y el dinero– me ha parecido mucho más importante el dinero. Antes me había ganado la vida pescando tareas raras en los diarios, haciendo la crónica de una exposición de burros por aquí, de una boda por allá; había ganado unas pocas libras dirigiendo sobres, leyendo en voz alta a señoras viejas, haciendo flores artificiales, enseñando el abecedario a chiquilines en un jardín de infantes. Tales eran las principales ocupaciones accesibles a la mujer antes de 1918.
Este dictado es un fragmento de Un cuarto propio de Virginia Woolf, editado por Lumen ensayo. Random House Mondadory, S. A. Prólogo de Kirmen Uribe. Traducción de Jorge Luis Borges. Ilustrado por Becca Stadtlander.
Flor artificial aparecida por arte de magia sobre la portada, en tela, del libro. Esta tiene una atractiva sobrecubierta en color, de Becca Stadtlander, que desplegada mide 52 x 21 cm.