Esto de hablar de quiñones me ha recordado el juego del corte. Hoy que casi toda la tierra está urbanizada y que no es políticamente correcto que los niños lleven navaja es difícil verlo practicar. Yo no tenía navaja pero tenía un clavo de herrar caballos con el que me apañaba. El juego consistía en dibujar sobre tierra húmeda un rectángulo que dividíamos en dos mitades que se hacían más grandes o más pequeñas según los aciertos: Lanzábamos la navaja y, si se clavaba, desde ese punto se trazaba un corte transversal con lo que se conseguía ampliar el patrimonio.
El corte era un juego de pastores que se popularizó en el albero de los patios de colegio.