Piscis 2

Jugábamos en las calles no asfaltadas a los pitos, esas bolas pequeñas de barro que los chicos finos llamaban canicas. Había que golpear con tu canica la del contrario. El primer golpe se llamaba chiva. El segundo: pie, la distancia entre las dos canicas debía igualar o exceder la longitud del pie del tirador. Pie doble (era optativo). Tute era el tercer golpe. El retute era optativo. Valedar (vale-dar, también optativo, era una excusa para prolongar la partida). Y gua, introducir la propia canica en un hoyo horadado en la tierra, era el fin. Quien primero lo conseguía se proclamaba ganador. El vencido le entregaba las canicas pactadas como premio. Nosotros, los chicos de la calle, llamábamos chivas a las canicas que no eran de barro. Es decir, las que eran de piedra, acero o cristal. Cada una era válida para una estrategia. Cada uno tenía su martingala. La palabra chiva, en el sentido que la empleábamos, no la recoge el diccionario.  He subido al desván a buscar mis chivas. Las guardo en una lata. Una lata con dibujos de Tintín con muchos, muchos peces.