Lecturas

Vé por el "Lecturas" a Rubén y luego por vinagre a Barbacil. En ese orden.
Y allí iba con una bolsa de malla en la que mi madre había puesto una vieja botella de anís de la que no quedaba ni rastro de la etiqueta. Hacía el recorrido como me ordenaba. En la primera parada, además de la revista, pillaba un recordable de soldados y lo pagaba con el dinero de la compra. Eso era una sisa. Pecado venial. Me gustaba que hubiera mucha gente en la vinatería para justificar el quedarme un buen rato viendo como se rellenaban las distintas botellas de los contenidos de gigantescos toneles de madera. Cada uno tenía su grifo y su embudo, para que no se mezclasen los sabores. Las botellas se tapaban con un corcho. Estaba advertido de que debía comprobar que de la botella no se podía escapar ni una gota de vinagre que pudiese estropear la inmaculada portada de la revista. A mí también me gustaba ojear la revista. Lo hacía nada más llegar al patio de mi casa, sentado en el frío mármol de la escalera. Era un crío pero ya conocía a Soraya, la princesa de los ojos verdes. Un color que no tenían los ojos de ninguna persona que yo conociese. Tardé años en ver unos iguales. Los de Gema. Así, a lo tonto, me aficioné al papel. El último libro que he leído se titula "Maldita perfección" y es de Rafael Argullol. Rafael es más joven que yo pero ha leído el triple. ¿Será que no hace recortables? No sé lo que hará pero escribe de maravilla.