"LOS liquidámbares nos muestran ya sus exquisitas hojas rojas en el paseo de Renovales. Sus frutos, pequeños farolillos de color castaño claro, adornan las copas de los jaboneros de la China en muchas calles de la ciudad. Las pequeñas piñas de los alisos relucen ahora con su verde limón entre las hojas aún exuberantes; hay un buen ejemplar en el cuidado jardín de la gasolinera cercana al cementerio (y, desgraciadamente, docenas de arruinados ejemplares en Valdefierro, donde nunca se debieron plantar). A la insólita belleza del liso tronco rosado de la morera japonesa de la calle Elías del Limonar se une la maravilla de sus grandes hojas platanifolias. Los abedules sorprenden con su lánguida lividez en el parque Castillo de Palomar. Aún apuntan, rojas como rubíes, las semillas maduras en los frutos de los magnolios del paseo de la Constitución. En la plaza del Emperador Carlos hay dos ejemplares arbustivos de espinos muy especiales, cuyos rojizos frutos asoman entre sus elegantes hojas lobuladas. Son sólo unos pocos ejemplos de los regalos especiales que el otoño nos ofrece a los zaragozanos (aparte del cielo, las nubes, la lluvia, los olores, las sutiles luces otoñales). A estos regalos se han sumado los que ofrecen los jardines de Puerto Venecia, a los que fui con escepticismo y de los que volví entusiasmado (hablo de los jardines). Han diseñado, con gusto infrecuente, un parque al que acudir con ojos de amigo de las plantas. Hay especies exóticas: palma mexicana y chilena, zumaque de Virginia, hakonecloa de Japón, achira de la India, lino de Nueva Zelanda, que comparten hábitat con especies mediterráneas: olivo, pino, laurel, arce, fresno, morera, almez, árbol del amor, tamariz, lavanda, jara, lentisco, romero, esparto, y con plantas acuáticas y flores como prímula, gazania, narciso, lilo de California, ciclamen, lirio, boca de dragón. ¡Muy de agradecer los carteles informativos, detalle inolvidable!" JAVIER DELGADO