Tengo la manía de subrayar las metáforas afortunadas, los conceptos nítidos, las palabras hermosas que encuentro leyendo un libro. Cuando lo termino, hago un repaso, borro las marcas impulsivas y mantengo los hallazgos. Tras La lluvia de los inocentes el lápiz ha quedado agotado y la goma de borrar, tan fresca.
Me gustaría que esta edición se agotase también. Es un libro excelente.