Bienes mostrencos 52

Me llevo la tabla. Es curioso, entre tanta maravilla elijo esa pieza de madera plana, de poco grueso. ¿Por qué? No lo sé. Me la llevo a Alemania, como único equipaje. Para llegar al aeropuerto, debo cruzar el río. Nado con gran esfuerzo. Me arrastra la corriente. A penas me cubre el agua. Rozo con mi tripa las piedras del fondo. ¿Para qué llevaré esta tabla en mi mano izquierda? No encuentro la utilidad. ¿Por qué no voy andando?
Sigo encontrándome tablas de similares características. Esto no es un sueño. Ahí está esa rotulada a mano, en la bodega, junto al vinagre. Y estas otras en la casa grande de Porfirio. Tú me dices que vienen a sustituir a las mariposas. No lo creo. Las sigo viendo igual. Fíjate en la chica del bajo. Ahí, en sus cervicales.