Oímos un ¡toc, toc! seco, viril. Alguien prefería el sonido grave de sus nudillos al femenino ¡tilín! de campanilla. Yo abrí la puerta con la misma energía que el llamador ponía en sus puños y... allí estaba JRM, a punto de golpear otra vez más con sus nudillos. Sus ojos delataban su alegría. Nos traía una gran sorpresa: Noa. De esto hace diez años. ¡Estas cosas no se olvidan nunca!
Acompañando el sentimiento de Carmen, Antón, Aloma, Daniel,...
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