Alfonso, misionero redentorista, me ha permitido hacer fotografías, con total libertad, en el interior de la Iglesia del Perpetuo Socorro. Las posibilidades que ofrece su decoración modernista con guiños bizantinos, vidrieras, frescos policromados, columnas rematadas por capiteles de fantasía y una atmósfera dorada, son ilimitadas. Entre tanta maravilla, me he sentido como un rey cuando he visto esta corona abandonada en el alféizar de una ventana. ¡Y qué bonita queda en blanco y negro!